Creo que a todos en la vida, nos llega un tiempo en el que se te sienta en esa banca del pasado, para reflexionar sobre tus actos, teniendo de la mano tu presente e impulsado por el viento del futuro, no te queda de otra más que hacer un recuento… Y creo que en su mayoría nos encontramos con historias que no nos son gratas del todo, o pensamos en mejores finales; la realidad es que sin poder hacer nada por el pasado, sólo nos queda que la luz de Cristo nos guíe hacia un camino con historias escritas por su voluntad.
No es fácil darte cuenta de que eres el actor principal y que muchas veces por no seguir el guión en obediencia a Cristo, la escena no salió como se esperaba, pero aunque así sea, tenemos un Dios misericordioso que nos guía a un encuentro con nosotros mismos, para evaluarnos y renovarnos en El, hacer las paces con nosotros y creer más que nunca que en nuestra debilidad El se glorifica.
Somos tinta en las manos del maestro, dejemos que El escriba la mejor de las historias con nuestra vida.
«Enciendes una lámpara para mí, El Señor, mi Dios, ilumina mi oscuridad». Salmo 19:28