LA MOCHILA

Hace poco, me encontré por el Facebook con una amiga de la infancia, era mi vecina y, junto con su hermano, estudiábamos en la misma escuela primaria. Recordé entre otras cosas, las peripecias en el transporte para ir y regresar de la escuela. Y es que yo tenía una mochila que me ponía a la espalda, era rectangular, de cuero, color miel … ¡enorme! En el transporte y por donde pasaba con mi mochila a cuestas, era por seguro que le pegaba al que se cruzaba conmigo. Le cabía de todo y pesaba horrores, pero no podía dejar ni un solo libro ni libreta en casa, tenía que cargar con todo.

En la vida, casi todos vamos cargando con una mochila a la espalda, o, mejor dicho, en el alma, y ahí guardamos heridas, rencores, tristezas, eventos que nos marcaron de niños y que no sabemos cómo soltar. Incluso, a medida que avanzamos en nuestro caminar y en nuestras diferentes etapas de vida, vamos recogiendo y acumulando situaciones, frustraciones, culpas, errores, desánimos, desesperanzas y, aunque pesada es la carga, aún la llevamos a cuestas y cansa, agobia. Esa carga emocional, al igual que una mochila enorme en la espalda, va lastimando, primero a quien la lleva y también puede lastimar al que se cruza en el camino.

La carga se nota. Se nota en el ánimo, en las fuerzas, en las pisadas.

Nos dice la Biblia en Mateo 11:28-30 NTV   Luego dijo Jesús: «Vengan a mí todos los que están cansados y llevan cargas pesadas, y yo les daré descanso. Pónganse mi yugo. Déjenme enseñarles, porque yo soy humilde y tierno de corazón, y encontrarán descanso para el alma. Pues mi yugo es fácil de llevar y la carga que les doy es liviana».

Quizá hoy te sientes agobiado y cansado de llevar esa carga en tu alma, quizá te encuentras en una situación en la que sientes desesperanza. Pero cuando te acercas a Jesús, encuentras el descanso que necesitas. Atrévete y da ese primer paso, acércate a Él; que esa situación interna que llevas tiempo intentando soltar, hoy puedas hacerlo al entregarla en las manos de Cristo y que sea él, quien cambie la desesperanza por esperanza, el desánimo por fuerzas renovadas.

Abre tu corazón a Jesús, Él es el único quien puede dar descanso a tu alma, invítalo a ser el Señor de tu vida.

Leemos en Juan 1:12 “pero a todos los que creyeron en él y lo recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios”

Jesús es el único camino para acercarnos al Padre.

Juan 14:6 “Jesús le contestó: —Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie puede ir al Padre si no es por medio de mí”.

Suelta tus cargas, y entrégate a Él. Cristo, la verdad que te hace libre, y la vida para disfrutar plenamente de tu Padre Celestial.

Eugenia Flores.