HONOR PARA UNO MISMO

HONOR PARA UNO MISMO

En casi todas las ciudades existen monumentos o efigies de alguna persona famosa, algún héroe nacional, algún deportista o luchador social, son figuras que la sociedad levanta para de alguna manera recordarlos y conmemorarlos, sin embargo, algo me hizo pensar cuando leí este pasaje:

“…Temprano a la mañana siguiente Samuel fue a buscar a Saúl. Alguien le dijo: «Saúl fue a la ciudad de Carmelo a levantar un monumento en su propio honor y después continuó a Gilgal»…” 1 Samuel 15:12

Una cosa es que la gente reconozca tu trabajo y otra muy diferente es que tú mismo quieras ser reconocido a cualquier costo, inclusive levantando un monumento de ti mismo.

Cuando hablamos de un monumento o efigie no estamos hablando de idolatría, si no de un reconocimiento y de un elemento que nos recuerdan las buenas acciones de una persona. Sin embargo cuando tú mismo levantas tu propio monumento sí corres el riesgo de que esa figura se convierta en un ídolo para ti mismo. Mientras que por un lado los argumentos de la gente son de agradecimiento y admiración la que los mueve a levantar esa efigie, las razones que mueven a que una persona levante su propio monumento, son otras.

Cuando tú construyes físicamente también estás demostrando tus obras internas, tus acciones, tus convicciones y lo haces público, estás mostrando tu inseguridad, tal vez tu egocentrismo o tu soberbia. Y la misma gente siempre se va a acordar que tú mismo edificaste tu propio monumento.

Si quieres tener un monumento, mejor levanta uno pero con tus acciones y actitudes, con obras reflejen lo que crees, que muestren tus convicciones y deja que otros levanten físicamente el monumento honrándote a ti.

Dentro de la familia, el mejor monumento no es una efigie, no es una foto, son los recuerdos que les dejes a tu familia. Ese tipo de monumento jamás es destruido y jamás se olvida, ese tipo de monumento siempre sacará palabras de agradecimiento y siempre generará un sonrisa.

Armando Carrasco

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