DOS SEMANAS Y SEQUÍA

Por motivos personales, salíamos de casa un par de semanas, de hecho para ser exacta dos semanas. No tenía mucho que habíamos sucumbido en la idea de la cocina cero kilómetros y nos hicimos de algunas hierbas de olor y un tomate, sin olvidar las plantitas que ya teníamos en casa, ya sabes la típica planta verde que uno tiene de adorno por ahí. Con la emoción a flor de piel por los eventos venideros, nos embarcamos en la aventura que al ver nuestro pequeño huerto, nos decíamos: «sí, ¡seguro si aguantan!, son solo dos semanas».

Pasadas esas dos semanas, al llegar a casa corrimos a buscarlas, en nuestro corazón sabíamos que algunas eran frágiles y que por lógica no soportarían dos semanas sin agua, ha decir verdad, desde un inicio, lo sabíamos, pero la emoción de lo que estaba por venir ganó al grado que decidimos disfrutarlo sin pensar en las consecuencias. Solo quedó hacer el recuento de los daños. Las plantas más grandes, desmayadas suplicando por agua, las hierbas de olor no lo resistieron; una seca completamente y la otra a punto de decir adiós, mi hermosa hortensia de un azul cielo, terminó en un verde confundido, ja ja ja , así lo llamo, porque era verde con blanco, tipo amarillo, no sé toda una mezcla, pero que te cuento de mi hermoso tomate, hasta el fruto se secó.

En nuestro afán por salvarlas, la primera idea loca es ahogarlas en agua, sí, darles toda la que les habíamos negado, para que como arte de magia volvieran a la vida, pero la práctica nos enseña que nos es así, que hay que darles su tiempo, que hay que identificar el daño y actuar conforme a la necesidad de cada una.

Toda esta situación me hizo identificarme con esas plantitas, cuantas veces el disfrutar el momento nos lleva a perder de vista las consecuencias al grado que nos alejamos de aquello que nos da vida, aquello que nutre nuestro espíritu, aquello que le da sentido a nuestra existencia: Dios.

A diferencia de la planta nosotros podemos ir al padre y hablarle de las áreas secas en nuestra vida, como todo un buen jardinero, Dios como nuestro padre nos dará lo necesario para saciar esa sed, nos alimentará, nos examinará, nos mostrará las áreas que necesitan de su intervención y tomados de su mano, nos encontraremos floreciendo.  Y es que al igual que dos semanas pueden representar toda una sequía para un pequeño huerto, unos días alejados de Dios, pueden representar la muerte para nosotros. Y por doloroso que se escuche, la muerte de la planta mata también al fruto, seamos astutos en guardar lo que Dios ya nos ha dado, recuerda el Salmo 84:10 Vale más pasar un día en tus atrios que mil fuera de ellos. Un día alejados de Dios nos debilita y nos aleja del propósito para el cual Dios nos ha llamado.

¨Permanezcan en mí, y yo permaneceré en ustedes. Así como ninguna rama puede dar fruto por sí misma, sino que tiene que permanecer en la vid, así tampoco ustedes pueden dar fruto si no permanecen en mí¨.
Juan 15:4 NVI

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