UNA PROMESA INMUTABLE

“Las montañas podrán cambiar de lugar, los cerros podrán venirse abajo, pero mi amor por ti no cambiará. Siempre estaré a tu lado y juntos viviremos en paz. Te juro que tendré compasión de ti.”
Isaías 54:10 TLA                                                                                   

Este versículo nos recuerda el inmenso amor de Dios hacia nosotros, un amor que trasciende cualquier cambio o adversidad.
El versículo resalta que el amor de Dios es inmutable, eterno y constante. A diferencia de las montañas que pueden moverse o los cerros que pueden venirse abajo, el amor de Dios permanece firme y sólido en todo momento. Es una promesa que nos ofrece seguridad y certeza en un mundo en constante cambio.                        

Dios nos asegura que siempre estará a nuestro lado. Su amor nos envuelve con su presencia y guía, brindándonos consuelo y fortaleza en las circunstancias más difíciles. En Su compañía, encontramos paz y seguridad, sabiendo que nunca estamos solos en nuestras luchas y alegrías.

También destaca la compasión de Dios hacia nosotros. Su amor nos comprende y nos abraza en nuestras debilidades y dificultades. Su compasión es una muestra de Su ternura y misericordia hacia sus hijos, ofreciéndonos perdón y amor incondicional.

Las montañas y los cerros representan los cambios y las pruebas de la vida. Sin embargo, el amor de Dios permanece intacto y nos ayuda a superar cualquier desafío que enfrentemos. En Su amor encontramos consuelo y coraje para enfrentar las incertidumbres de la vida con esperanza y confianza.                                                                 

Para experimentar el infinito amor de Dios en nuestras vidas:                           

  1. a) Aceptación: Aceptemos Su amor y permitamos que Su presencia nos inunde y transforme nuestro ser.                                     
  2. b) Confiar: Confiemos en la promesa de Su amor eterno, incluso en los momentos de dificultad.                                                           
  3. c) Oración y relación: A través de la oración y la relación con Dios, nutrimos nuestra relación con Él y experimentamos Su amor de manera más profunda.                     
  4. d) Compartir Su amor: Extendamos el amor de Dios a los demás, mostrando compasión y empatía, y reflejando Su amor en nuestras acciones diarias.                                                                     

A lo largo de mi vida, he experimentado la presencia constante del amor de Dios. En cada momento y lugar, parecía haber algo o alguien que me recordaba Su amor inagotable. Ya fuera a través de las palabras de aliento de un amigo, el cálido abrazo de un ser querido o incluso la belleza de la naturaleza que me rodeaba, siempre sentía la mano amorosa de Dios guiándome y protegiéndome.                            

Incluso en los momentos más oscuros y desafiantes, descubrí que el amor de Dios se manifestaba a través de personas compasivas y situaciones inesperadas que me recordaban que no estaba sola.. Su amor me envolvía, dándome la fortaleza para enfrentar mis miedos y la esperanza para seguir adelante. En algunos meses tan complicados, Su amor fue tan fiel que no paró de perseguirme hasta encontrarme, dejó las 99 para ir por mí.                                                               

Hay tantos versículos que son recordatorios conmovedores del infinito amor de Dios, un amor que permanece inmutable a pesar de los cambios y desafíos de la vida. En Su amor encontramos seguridad, paz y consuelo. A través de la confianza, experimentamos la plenitud de Su amor en nuestras vidas. Te invito a que esta promesa divina te inspire a vivir en gratitud y a compartir Su amor con otros, extendiendo así la compasión y la esperanza a un mundo necesitado.

 Lizete Carrasco