Muchas veces cuando atravesamos por alguna situación complicada, lo primero que tendemos a hacer es auto-protegernos emocionalmente, es decir, tratamos de minimizar las cosas o verlas como de reojo y no darles mucha importancia, pero la realidad es que eso que ocultamos nos consume emocionalmente. Intentamos parecer fuertes, incluso si alguien nos pregunta cómo estamos, respondemos típicamente con un: “Bien, bien… dentro de lo que cabe; estoy bien”
¿Por qué hacemos esto? Quizá por no mostrarnos débiles ante los demás, por querer guardar una imagen o tal vez pensamos que el exponer nuestro sentir nos hace vulnerables.
Considero que para encontrar paz ante una situación complicada, es básico reconocer exactamente cómo se encuentra tu alma.
Por ejemplo: Ana, la mamá del profeta Samuel. Ella tenía en su alma una gran angustia, algo que la entristecía sobremanera (1 Samuel 15:10-18 NVI) y en el verso 15 dice:
“…Soy solo una mujer angustiada que ha venido a desahogarse delante del Señor”
Dice también que después de desahogarse delante del Señor, su semblante había cambiado.
Ana supo a quién dirigirse, tenía plena confianza en Aquel a quien abrió su corazón y descansó de su angustia, de tal manera que su semblante cambió por completo.
Lo que yo he experimentado es que al reconocer mi condición real delante de Dios, empieza a obrar en mí un proceso de sanidad, de encontrar paz y poder ver con más claridad la respuesta ante aquello que me estaba causando esa angustia.
No dudes ni por un momento que tu Padre celestial está más que dispuesto a escucharte y también brindarte la paz y sanidad que tu alma necesita, abre tu corazón a Él y permite que su amor te muestre las respuestas que requieres.
Isaías 30: 18 “Así que el Señor esperará a que ustedes acudan a él para mostrarles su amor y su compasión. Pues el Señor es Dios fiel, benditos son los que esperan su ayuda”
Eugenia Flores.
