¡NO EMPUJES!

Hay mucha gente que se maravilla de lo que hace Jesús y lo sigue con la multitud pero no tiene la fe para caminar a solas con él. Mira lo que dice este pasaje:

“…En ese momento Jesús se dio cuenta de que había salido poder de él. Se detuvo, dio vuelta y preguntó: —¿Quién me tocó el manto? Los seguidores le dijeron: —Hay tanta gente empujando y tú preguntas: “¿Quién me tocó?” Pero Jesús siguió mirando para saber quién había sido. La mujer sabía que había sanado. Así que se acercó y se arrodilló a sus pies. Ella estaba temblando de miedo y le contó toda la verdad. Luego, Jesús le dijo: —Hija, tu fe te ha sanado. Vete en paz y sin ninguna enfermedad…” Marcos 5:30-34

Mucha gente empuja pero no toca. No importa que vayas con una multitud, si tienes fe, puedes tocar al Maestro. Estar a solas con él aunque haya una multitud a tu alrededor.

Esto pasa de muchas maneras, un ejemplo muy claro es cuando vamos a adorar corporativamente. Mucha gente canta, mucha gente se emociona, mucha gente brinca, en pocas palabras mucha gente empuja. Pero solo algunos pueden tocarlo.

De nada sirve empujar si no lo tocas, tocarlo te separa del grupo, tocarlo hace que Dios se detenga y te busque. Tocarlo hace que Dios pregunte cosas que para todas son obvias (“…Hay tanta gente empujando y tú preguntas: “¿Quién me tocó?”…) Pero sobre todo, cuando logras tocarlo, el te devuelve el honor, contestando tu petición.

Aparta tu vida de tanto ruido, de tanto empuje. Dedícate a buscarlo hasta tocarlo. Entrénate en la fe. Se obediente. Hay muchas cosas que haces que solo son ruido. Hay mucho apretujamiento. Como dicen en México: “Mucho ruido y pocas nueces”. No se trata de ver los milagros exteriores, existen por supuesto y son necesarios y son una muestra de su maravillosa misericordia, pero en nada se compara cuando tu búsqueda es de Él.

Es increíble cuando en medio de mucha gente, de mucho ruido, de mucho empuje, el Maestro se detiene para buscarte. Busca tus ojos y mira la fe qe le tienes. Tal vez solo te devuelva la mirada pero sabras de por vida que Él te miró, sabras de por vida que pudiste tocarlo.

Armando Carrasco